MENSAJE DESDE LA ETERNIDAD DEL CORONEL DOMINGO MONTERROSA

“Soldados!!, Pueblo salvadoreño!!
Desde este lugar de felicidad eterna quiero enviarles un mensaje en este día en que las familia recuerdan a sus seres queridos y las sociedades deberían recordar a sus héroes, en cuya sangre se sostienen los fundamentos del Estado moderno.

Cuando uno rinde cuentan ante el Creador, solo puede anteponer el honor y las buenas obras. A lo largo de mi vida traté de prepararme para ese momento supremo al que irremediablemente nos dirigimos todos, un destino que ya está escrito y que depende de nosotros se escriba con gloria o con ignominia.

Traté en la medida de mis posibilidades de ser un buen hijo, un buen hijo de Dios, un buen padre, un buen esposo y sobre todo un buen soldado, porque esto último resume todo lo anterior.
Busqué, con todas mis fuerzas hacer bien las cosas, en mis estudios y en mi formación militar traté de ser el mejor, no por soberbia personal, sino porque era mi deber responder de esa manera a al esfuerzo que mis padres hicieron siempre por sostener mi formación profesional y porque ellos mismos me enseñaron con el ejemplo el concepto del honor que fue siempre una guía que condujo toda mi vida hasta que tuve el honor de ofrendar mi vida por los más altos intereses de la Patria, quizás hoy sería un viejo militar retirado, rodeado de mis nietos, quizás con algunas comodidades y muchas historias de guerra que contar, pero el Señor me permitió inmerecidamente ser de los soldados privilegiados que hemos tenido el honor de ofrecer nuestra vida por la Patria en cumplimiento del juramento que un día hicimos al iniciar nuestra formación militar.

Cuando ejercí mi papel como oficial o jefe militar, no lo hice por odio sino en cumplimiento de mi deber, como cada persona debe hacerlo desde cualquier profesión u oficio, hacer bien las cosas y hacer el bien a todo el que se pueda fue siempre mi filosofía de vida.

Quienes siempre me han criticado son precisamente aquellos contra quienes descargué la fuerza del cumplimiento del deber como militar, los enemigos de la Patria, de la paz y de la democracia.
Desde este lugar de paz, me doy cuenta que la guerra no finalizó como debió finalizar, sino que el mal que pretendíamos erradicar se transformó y tomó formas engañosas para confundir al pueblo y cumplir de otra manera sus insidiosas ambiciones, presentándose como ovejas los que en realidad son chacales sanguinarios.

La paz por la que luchamos en el campo de batalla no pudimos llevarla a los hogares salvadoreñas, y por el contrario, ahora mi pueblo se enfrenta a una violencia social tan o más mortal que la de la guerra. En el conflicto había un promedio de 8 muertos diarios, ahora han llegado a 31 con un promedio de 14 salvadoreños asesinados por ese nuevo enemigo que la Fuerza Armada debería haber eliminado hace tiempo.

Ahora, desde la eternidad, solo podemos brindarle a nuestro Pueblo y a la Fuerza Armada, nuestro ejemplo y la historia que escribimos con nuestra propia sangre. Pero están ustedes, civiles y militares, que deben cumplir con su deber con el mismo ardor con el que yo combatía, con la misma valentía y arrojo con el que mis soldados cumplieron su deber a la par mía, con el mismo honor con el que me conduje a lo largo de mi vida.

Desde la eternidad, donde formo parte del Ejército que ha reunido a todos los soldados salvadoreños caídos con honor en el cumplimiento del deber, invito al pueblo salvadoreño a confiar en la Fuerza Armada y a que asuman su papel en la sociedad para lograr la paz tan anhelada en la que los enemigos de la democracia no tengan cabida y que el Estado de Derecho prevalezca sobre cualquier interés mezquino. A los profesionales de las armas les llamo a asumir el significado de su juramento a la bandera y a no temer ofrendar su vida por ella porque el premio es superior a cualquier bien terrenal. La gloria de los héroes es la mayor aspiración de un verdadero guerrero.

Es en la eternidad donde nos reagrupamos los soldados de la Patria, a todos los veteranos les digo que su sacrificio no ha caído en saco roto. Quizás ahora tengan que mendigar beneficios, pero su sacrificio ya compró un sitial de honor en la gloria del cielo, Dios no olvida lo que ustedes hicieron por nuestra amada Patria, la única en el mundo que lleva el nombre del Hijo de Dios.

Adelante soldados, adelante patriotas, la batalla apenas comienza, son muchas las posiciones que tienen que alcanzar y defender, pero sepan que en cada trinchera, en cada disparo, en cada arrastre, en cada objetivo alcanzado, en cada obstáculo superado, yo estaré junto a ustedes, sufriendo a la par suya como lo hice en vida, y un día la victoria la celebraremos todos como en los viejos tiempos.

Los espero y no olviden, al entrar en el cielo, blandir por lo alto las armas de la verdad y del honor. Por la Patria y con Dios. Carlos.”